La mayoría de las culturas humanas reconocen la existencia de Dios, aunque lo llaman por muchos nombres diversos. Mormones consideran que todos los seres humanos son hijos de un solo padre divino. Diferentes religiones tienen puntos de vista diferentes de la naturaleza de Dios; hay mucha veracidad en cada uno de estos diversos puntos de vista acerca de la divinidad. Sin importar diferencias doctrinales que existen entre las religiones, el concepto de un Criador/Padre es casi universal. Si todos somos hijos de un padre divino, entonces todos somos hermanos y hermanas, con un poco de esta divinidad en cada uno de nosotros. Entender la fraternidad común de toda la humanidad es un principio central en la Iglesia Mormona.
Aunque Dios es nuestro Padre, Él se diferencia de nosotros de dos maneras muy importantes. Primero, los Mormones creen que Dios es perfecto en todas las cualidades morales. Desemejante de seres humanos con nuestros muchos defectos, Dios es perfectamente bueno, perfectamente paciente y perfectamente amoroso; todo-conoce, todo-vé y todo-poderoso. Él es perfectamente misericordioso, pero perfectamente justo. Como cualquier buen padre, él es un ejemplo–un ejemplo perfecto–para sus hijos. Nunca alcanzamos el ideal divino, pero esforzarse a seguir el ejemplo perfecto de nuestro padre es una búsqueda noble; de hecho, es central a la razón que fuimos colocados en la tierra, central al propósito de la vida.
Los Mormones creen que diferenciamos de nuestro padre de otra manera importante. Mientras que los seres humanos tienen cuerpos imperfectos y mortales, Dios posee un cuerpo que es perfecto e inmortal. Los Mormones llaman este tipo de cuerpo perfecto de un cuerpo “exaltado” o “glorificado”. Mormones creen que Dios tiene un cuerpo físico, entonces no lo vemos como alguna sustancia etérea o fuerza inexplicable; no es un ser totalmente extranjero a la experiencia humana. Él es un ser cuja naturaleza, mientras desconocida a nosotros y gloriosa más allá de nuestra imaginación, no es tan distante de nuestra propia experiencia o tan misterioso que no podemos apreciarlo como nuestro padre con quien podemos desarrollar una relación personal.
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