El Testimonio de Richard Lyman Bushman, Un Académico Mormón
por -“He aquí, lo que oís es como la voz de uno que clama en el desierto – en el desierto, porque no lo podéis ver – mi voz, porque mi voz es Espíritu; mi Espíritu es verdad; la verdad perdura y no tiene fin; y si está en vosotros, abundará” (Doctrina y Convenios 88:66)
Nací en Salt Lake City de unos padres que se habían casado en el templo. Soy un mormón de quinta generación por parte de ambos lados, el de mi madre y el de padre. Tengo antepasados que conocieron a José Smith en Nauvoo. Todos mis antepasados inmediatos estaban ya en Utah antes de que el ferrocarril fuese terminado en 1869. Según la definición oficial, eso los hace a todos pioneros. Nunca he estado, ni siquiera por unos pocos meses, sin actividad en la iglesia (inactivo). He tenido muchos llamamientos en la iglesia, he estado básicamente desde jefe de exploradores (SCOUTS) a Obispo, Presidente de Estaca, y Patriarca. Se podría decir que nací Mormón y probablemente moriré Mormón.
¿Por qué entonces siempre me estoy interrogando sobre mi propia fe? Siempre me pregunto el por qué creo. ¿Qué significan mis creencias?. ¿Cómo pueden ser explicadas y justificadas? Tengo simpatía por lo que preguntan porque yo pregunto también. Afianzada la fe en mi propia vida, entiendo el por qué la gente duda. Veo en el cuestionar, algo profundamente religioso, algo profundamente humano. Una escritura de Doctrina y Convenios habla de “la voz del que clama en el desierto” y, a continuación pasa a explicar: “en el desierto porque no la podéis ver”. Esa es la condición humana. Vivimos en un desierto donde no podemos ver a Dios. Debemos creer en él en su ausencia. La escritura se explica más a si misma diciendo: “mi voz, porque mi voz es Espíritu” [DyC 88:66]. Vivimos en un desierto y escuchamos la voz de una persona que no podemos ver, no viene por las ondas sonoras a nuestros oídos, sino como una voz de espíritu (voz espiritual). Si esa es nuestra situación, como realmente parece ser, ¿cómo no simpatizar con las personas que preguntan confundidas? En estas circunstancias, yo también me cuestiono a Dios.
Mis respuestas a mis propias preguntas son en parte filosóficas, pero sobre todo prácticas. Durante mi primer semestre en la Escuela de Religión de Claremont Graduate University, uno de mis nuevos compañeros me invitaron a almorzar. Apenas habíamos pedido cuando me preguntó muy amablemente: ¿cómo es que usted cree en el mormonismo? No dio más detalles pero me lo imaginaba pensando en nuestra creencia en los ángeles, la revelación a los hombres normales, planchas de oro y documentos antiguos, y todas las otras partes extraordinarias de la historia y la religión mormona. Como teólogo católico y filósofo de la religión, probablemente estaba buscando la respuesta que daría un erudito – algo razonado y filosófico. No me detuve a pensar, le dije que me era mormón, porque cuando seguí mi religión me convertí en el tipo de hombre que quiero ser. No había filosofía, no había pruebas, nada complicado. Simplemente la realidad personal de que mi religión me ayuda a mejorar. Eso era todo. El versículo de la Escritura explica lo que sucederá cuando usted escuche al Espíritu que habla en el desierto: “Mi Espíritu es verdad, la verdad perdura y no tiene fin, y si está en vosotros, abundará.” Para mí, esa promesa se convierte en una simple cuestión de hechos: cuando escucho el espíritu, la verdad parece que abundan en mí como la promesa del versículo. Por que no me refiero sólo a la verdad como las proposiciones sobre el mundo, si no la verdad como en la verdadera y más alta forma de vivir.
Permaneciendo en ese práctico sentido, a veces descubro algunas cosas acerca de la iglesia. Que hace que funcione? Aunque soy un investigador constante, me gusta ser mormón. Me gusta esa sensación, como tener los pies en la tierra, y cuando me detengo a pensar en ello, muchas cosas buenas vienen a mi mente. Estas son algunas de una lista reciente.
1. Me gusta a lo que yo llamo “la disciplina básica”. Con esto quiero hacer referencia a lo que se les enseña a los mormones sobre los mandamientos para vivir. No se bebe alcohol ni se fuma o se bebe té y café. Nos mantenemos alejados de las relaciones sexuales extramatrimoniales. Pagamos el diezmo, nos autoexigimos a nosotros mismos un diez por ciento de nuestros ingresos para su uso por la iglesia. Damos libremente de nuestro tiempo para iglesia, hasta veinte horas semanales para los obispos. Cuando le expliqué todo esto a un grupo de estudiantes de la universidad de Columbia, uno respondió: “¡Uf, no se divierten mucho”. – Pero piensa en toda la miseria del mundo que se evitaría si nadie se emborrachase, si no hubiese infidelidad entre esposas o esposos, si nadie fumase. Piense en todas las cosas buenas que se podrían hacer si todo el mundo diese un diez por ciento de sus ingresos a causas benéficas. Viviríamos en un mundo más feliz, más sano, más saludable, más ordenado y elevado si todos vivieran como los mormones. Quisiera que todos mis hijos siguiesen esta disciplina básica para su propio beneficio aquí y ahora, además de los beneficios eternos, y hasta donde yo sé, los mormones hacen seguir esta disciplina básica mejor que nadie. Los niños son mucho más propensos a adoptar buenos hábitos cuando todos a su alrededor en la congregación siguen las mismas normas. Todos en la iglesia enseñan a los niños a vivir una vida limpia y recta. Para mí, esto es una gran ventaja.
2. La teología mormona enseña que la vida es un tiempo de aprendizaje. Estamos aquí para ganar experiencia, tal como se le dijo a José Smith. Los mormones se aferran a la idea cristiana de una caída y redención a través de Cristo, el gran objetivo de vida es de hecho cruzar el “abismo cavernoso” que nos separa de Dios. Pero somos puestos en esta situación por una buena razón: para aprender sobre el bien y el mal en un mundo caído. A la larga estaremos mucho mejor por haber luchado con el mal. Dios no nos ha abandonado porque esté furioso con nuestro comportamiento rebelde. La caída fue una bendicion en realidad. Nos introdujo en una fase de la existencia donde podemos llegar a ser como los dioses, conocedores del bien y del mal. Este estado de espíritu se remonta a un tiempo antes de la vida terrestre, cuando Dios vino entre los espíritus y se ofreció a ser su Dios y enseñarles cómo lograr la vida eterna, es decir, una vida como la suya. Los mormones piensan en Dios como si fuese su aliado, les enseña y anima en su lucha por sacar lo mejor de su vida en sus estados caídos. La expiación de Cristo nos permite, con su gracia, batallar con el pecado y, finalmente, regresar a la presencia divina. Me gusta esto porque incluso en momentos de desesperación podemos entender nuestros sufrimientos como parte de un plan de aprendizaje. Los mormones rara vez culpan a Dios por el mal en el mundo. Sabíamos de antemano, de nuestra instrucción como espíritus, que la vida sería muy difícil y arriesgada. Pero hemos decidido venir aquí, y tenemos la fe de que, al poner nuestra confianza en Dios y ayudarnos unos a otros, podemos salir adelante. Creo que es casi tan bueno como lo que puede hacer a modo de explicación de lo que Mircea Eliade ha llamado el horror de la historia.
3. Volviendo a la escritura de “mi voz es Espíritu,” la teología mormona inculca la creencia en la guía celestial (divina). Los nos tomamos muy en serio las escrituras sobre “el Espíritu de verdad, que procede del Padre” (Juan 16:26). Creemos que todo el que abra su mente y su corazón puede escuchar la voz del espíritu y aprender de ella. Los mormones enseñan a sus niños a “escuchar al Espíritu.” En todos nuestros llamamientos en la Iglesia, en la toma de decisiones de la vida, al tratar de comprender, al elegir el bien sobre el mal, deben escuchar esa voz interior. Los mormones con experiencia están casi siempre escuchando con un “tercer oído” las impresiones sobre cómo proceder mejor. La teología mormona extiende generosamente este espíritu bueno con la gente en todas partes, a todo el mundo. El espíritu de Cristo, creemos, inspira a toda creación, y todos los que hagan una pausa para escuchar pueden recibir su inspiración para cualquier buena causa: para el arte, la invención, para buenas obras, para hacer la paz, para la investigación académica, o simplemente para la gestión familiar o de una empresa. El espíritu de Cristo, su voz, puede ser escuchada por todos los que “escuchen”. Nuevamente, desde la experiencia personal, me parece que esta doctrina funciona y la recomiendo a todo el mundo. Creativa y buena gente actúa en virtud de este principio de diferentes formas, tal y como testifican sus amplios logros, pero esta doctrina también sugiere que las personas corrientes también pueden buscar esa guía intuitiva es sus vidas. En la iglesia, esto lleva a la idea de que nuestros hermanos y hermanas pueden hablar bajo inspiración; nuestros obispos nos pueden dar un consejo justo, los maestros de la Escuela Dominical pueden servir de guía a nuestros hijos; en un sentido figurado, todos nosotros podemos ser portavoces de Dios los unos a los otros. Una revelación dada a José Smith antes de que la Iglesia fuese fundada sugiere esta doctrina:
Y ahora, de cierto, de cierto te digo: Pon tu confianza en ese Espíritu que induce a hacer lo bueno, sí, a obrar justamente, a andar humildemente, a juzgar con rectitud; y éste es mi Espíritu.
De cierto, de cierto te digo: Te daré de mi Espíritu, el cual iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo. (Doctrina y Convenios 11:12-13)
4. En base a mi experiencia, los mormones saben mejor que nadie cómo trabajar juntos para lograr buenas causas. Un obispo puede hacer unas cuantas llamadas telefónicas a los miembros y salen decenas de personas para limpiar la capilla, ayudar con una inundación, pintar una casa o ayudar a unos refugiados (en un refugio). En la Universidad de Claremont, donde doy clases, los estudiantes mormones han formado una asociación, y consiguen los mismos resultados. Organizar una fiesta, una lectura, o una conferencia; lo pueden hacer porque están acostumbrados desde su juventud a trabajar juntos. La ausencia de un clero pagado refuerza el impulso de cooperación. Cada mormón sabe que el obispo está trabajando día y noche, sin cobrar nada, por los miembros del barrio. Lo menos que pueden hacer es corresponder. Desde el momento en que son adolescentes, los niños mormones están llamados a ocupar cargos como maestros de clases o maestros orientadores. Ellos crecen conociendo que la cooperación es una parte básica de la vida. Su eficacia es más que un hábito. Es el resultado de una especie de desinterés simple. Uno no se dedica al servicio de la iglesia para promocionarse. La idea es hacer una tarea, no de conseguir un ascenso o un aumento de sueldo. Se intenta superar los obstáculos y resolver problemas. Creo que debido a que los mormones saben lo que significa trabajar por el bien común y el orden, pueden ser útiles en muchos ámbitos, no sólo en la iglesia. Debido a su voluntad y abnegación, pueden ser útiles en la promoción de buenas causas en las escuelas y universidades, empresas y equipos deportivos, y en casi cualquier otro sitio donde la gente trate de trabajar junta.
5. Llegando ya por fin a algo un poco más filosófico, admiro el empirismo de la fe mormona. Con esto quiero decir que está abierto a la experimentación empírica, con pruebas concretas. Una vez di una charla a un grupo de evangélicos sobre confirmar las creencias personales en base a un testimonio espiritual. Pensé que podríamos hacer causa común sobre “justificarse a sí misma”, es decir, evidenciar que realmente viene de dentro de uno mismo, como el testimonio del Espíritu de Dios. Algunos en la sala, sin embargo, no quisieron saber nada de esto. Insistieron en que su fe se basaba en la razón y la evidencia. Era, decían, “falseable”, es decir, uno podría diseñar una prueba empírica para demostrar que sus creencias eran verdaderas o falsas. El ejemplo que uno de ellos dio (uno famoso, según supe después) era que si alguien descubría los huesos de Jesús, demostrando que su cuerpo nunca había resucitado, eso destruiría sus creencias cristianas. Estaba tan sorprendido que no tenía ninguna respuesta para dar sobre el terreno, pero empecé a preguntarme que si los arqueólogos cristianos fueran diligentemente buscando los restos de Jesús y, suponiendo que los huesos fuesen descubiertos, ¿cómo se podrá determinar que éstos eran auténticamente suyos? Me di cuenta después de que el asunto de los huesos no era un programa real de investigación. Fue un ejemplo de lo que significaba falseabilidad. En realidad la excavación para localizar los huesos, es decir, de poner en entredicho realmente la resurrección en base a una prueba empírica, no era el punto. Todo lo que importaba era la posibilidad teórica. Contrasté esto con el esfuerzo académico masivo para probar o refutar la autenticidad histórica del Libro de Mormón. Cientos de libros y artículos se han escrito argumentando de una manera u otra. Decenas de trabajos académicos alejados de la cuestión. Esto es objeto de acalorados debates. Toneladas de pruebas son mostradas. Al igual que con tantas cuestiones históricas, una respuesta definitiva puede no surgir, pero la búsqueda no es sólo una posibilidad teórica. Impulsa una industria académica. Los mormones están en la posición anómala al decir que un testimonio espiritual, no una prueba empírica, subyace en su fe, mientras todo el tiempo trabajan furiosamente para desenterrar evidencias en apoyo del Libro de Mormón. Esto es empirismo práctico en contraste con el empirismo teórico de los huesos del argumento de Jesús. No anticipo una conclusión, abrir y cerrar el caso a favor del Libro de Mormón, pero me gusta la buena disposición de los estudiosos Mormónes para seguir examinando la cuestión. Ellos trabajan con su fe en el borde del precipicio. Ellos tienen el riesgo de fracasar. Admiro su valentía, y, además, sus argumentos deberían ser tomados en serio.
Una lista como ésta se puede ampliar. Varios elementos, sin duda, serán sumados y restados conforme pasan los años. Esta lista y todas las listas del futuro que se le parezcan son un producto de mi incesante cuestionamiento a mi mismo. ¿Qué significa mi fe? ¿Qué es lo que verdaderamente creo, y cómo puedo explicarlo? Con el tiempo, estas investigaciones, sin duda, darán lugar a perspectivas nuevas y más amplias. En mi caso, las cuestiones se amparan bajo el paraguas de la fe. Estoy buscando cosas para apoyar lo que yo sé en mi corazón que es bueno y verdadero. Otros pueden haber sentido que su confianza se sacude y no saben qué camino tomar, hacia la fe o lejos de él. No puedo decirles que tienen que nadar hacia la orilla en donde yo estoy, o perecer, la verdad es que tenemos que encontrar nuestro propio camino en nuestra búsqueda de la comprensión. Sólo puedo decir que el mormonismo me ha servido bien y que creo que la mayoría de la gente estaría mejor si siguieran el camino mormón.
Richard Bushman Lyman es profesor emérito (Gouverneur Morris) de Historia en la Universidad de Columbia en Nueva York, y actualmente ocupa la Cátedra Howard W. Hunter de Estudios Mormones en la Claremont Graduate University en California.
Educado en la Universidad de Harvard, donde se graduó Phi Beta Kappa y recibió su AB magna cum laude, el profesor Bushman llegó a ganar un AM en historia y un doctorado en Historia de la Civilización Estadounidense en la Universidad de Harvard. Antes de unirse a la facultad de la Universidad de Columbia, fue profesor en Brigham Young University, Brown University, Boston University, la Universidad de Harvard (como profesor visitante), y la Universidad de Delaware (donde presidió el Departamento de Historia 1977-1983, se desempeñó como coordinador de la Historia de la Civilización Americana Programa 1984-1989, y sostuvo la Cátedra “H. Rodney Sharp” de Historia).
NOTA: No he traducido todos los libros, documentos y premios ganados por el Doctor Richard L. Bushman por ser demasiado pesados y aparatosos, además de que la mayoría no fueron editados al español y por lo tanto conservarían su nombre original.
(Traducido por Alex. Leer el artículo en la lengua original.)